La llamada Sala Hipóstila atribuida a Hernán Ruiz, la podemos datar en torno a 1562. Dispone de una cubierta adintelada, compuesta por tres paños apoyados sobre dos “serlianas”. Cada paño esta decorado con motivos geométricos y cruces griegas, siguiendo motivos del Tratado de Serlio y están relacionados con los de la cubierta del vestíbulo del Antecabildo.
La planta de este pequeño recinto parece sugerir un espacio reservado para el acceso directo y ceremonial de la presidencia del Cabildo a la Sala Capitular, aunque la colocación de la tribuna presidencial de madera sobre la puerta de acceso nos indica que se renunciaría a este uso desde tiempo muy temprano, quedando la sala con uso residual. A finales del siglo pasado, se dispuso en ella un expositor con el ajuar de Hurtado de Mendoza que debía contemplarse desde el umbral de la puerta que se acristaló para tal fin.
Con el objetivo de hacer accesible este magnífico espacio renacentista, se han realizado unas labores de adecuación del mismo, trasladando el ajuar de Mendoza al denominado Pabellón neoclásico, al cual se accede desde la Puerta del Príncipe.
La intervención realizada recupera la espacialidad de la sala y la incorporación de las cuatro magníficas pinturas que visten los paramentos de esta Sala. Se trata de dos obras flamencas que narran la parábola del hijo pródigo. En el óleo sobre cobre de La huida del hijo pródigo se narra el momento de la partida, donde contemplamos en el centro que el personaje marcha a caballo, despidiéndose de su padre que le entrega la herencia. Ricos ropajes, la bolsa del dinero…casi podríamos oler el perfume de sus cabellos. Mientras, en El Regreso del hijo pródigo, observamos al anciano padre recogiendo al hijo arrepentido, que cubierto de harapos se postra a sus pies. Se trata de una de las parábolas más representadas en el arte cristiano.
Otra de las obras maestras que ahora contemplamos en esta Sala es La Piedad, óleo sobre tabla del círculo de Quinten Metsys. H. 1510, el pintor más importante de la primera mitad del s. XVI en Amberes.
Y La dormición de la Virgen obra de Marcellus Coffermans (H. 1560 – 1570), donde se pueden apreciar hasta los detalles más pequeños con una técnica descriptiva y minuciosa en tan reducido formato. La Virgen María aparece rodeada por los doce apóstoles. En el ángulo superior derecho podemos observar una minúscula Santa Faz con una leyenda que prende de la pared. Llama la atención la vibrante paleta de color.
Completan el contenido de la sala una lápida mortuoria con un bajorrelieve de D. Íñigo de Mendoza, que estuvo en la antigua escalera de la Biblioteca Colombina , y el escudo de los Mendoza en gran formato, labrado en piedra.
Lo que muestra esta Sala es un auténtico tesoro artístico. Con la apertura de la misma, se han puesto a disposición del visitante, muchas piezas que no estaban expuestas y otras, que por su difícil acceso no se veían. Para ello, se han limpiado, consolidado puntualmente, y en algunos casos, han recibido un tratamiento preventivo.
Jaime Navarro Casas
(Arquitecto de la Catedral de Sevilla)