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EN ESTE APARTADO:

Capillas

Capilla Sacramental

Nos encontramos con una de las creaciones barrocas españolas más conmovedoras, llegando a impresionar a todas aquellas personas que se acercan para admirar su contenido artístico y religioso.

Su autor fue Vicente Bengoechea y está fechado entre 1750-1756, aunque  un incendio en la capilla en 1905, hizo que se perdiera parte de enseres y decoración primitiva, como el retablo de madera dorada que hizo Cayetano de Acosta y del que no se conserva ninguna pieza.

La Capilla ocupa un espacio rectangular enmarcado por 16 pilastras, emparejadas, decoradas con cabezas de querubines y los símbolos eucarísticos de racimos de uva y espigas de trigo. Estas pilastras están rematadas con capiteles dorados.

En la pared izquierda, se puede  contemplar un cuadro de grandes proporciones dedicado a la Inmaculada Concepción.

A la derecha, se puede ver otro cuadro, de dimensiones similares al anterior, y que representa a San Carlos Borromeo dando la comunión a los apestados de Milán, pintado igualmente por José Tova Villalba en el mismo año de 1911.

En el  centro de la capilla  se encuentra el extraordinario y magnífico retablo de plata de Nuestro Padre Jesús de Pasión, obra de Tomás Sánchez Reciente, fechado en 1753 y muy vinculado a los Jesuitas.

El retablo fue utilizado como altar portátil, según las necesidades de culto, hasta que fue colocado definitivamente en esta capilla en 1957, pues se necesitaba un retablo que sustituyera al realizado por Cayetano de Acosta y destruido en el incendio de 1905.

Los múltiples nichos que acoge esta maravillosa obra de arte,  no sólo la convierte en una exaltación de la Eucaristía sino también en  un gran relicario.

En la parte central del retablo, y presidiendo todo el conjunto, tiene una de las obras más importantes de la escultura religiosa del barroco español, y una de las imágenes sagradas con más devoción entre el pueblo sevillano, nos referimos a Nuestro Padre Jesús de Pasión, obra del escultor Juan Martínez Montañés.

La imagen de Nuestro Padre Jesús de Pasión está fechada entre 1610 y 1615. Es una imagen portentosa, caracterizada por un gran realismo. Una imagen que invita a la contemplación del misterio de la pasión de Cristo.

“Prodigioso de esta hechura”,” insigne maestro”,  palabras que reflejan el grado de admiración, que causó en la ciudad, las obras de este escultor.

Esta talla está hecha en madera y policromada por el suegro de Diego Velázquez, el pintor Francisco de Pacheco. Mide 1,64 m. y es una imagen de vestir, es decir, tiene túnica de terciopelo con cíngulo dorado. Se esculpió con todo detalle, mostrando una expresión de dulzura, sensibilidad  y ternura que, a pesar de mostrar signos del martirio, como pueden ser los finos regueros de sangre que corren por su rostro y parte del cuello, se aleja del patetismo con el que otros escultores de su época tallaron sus imágenes.

Es un rostro bello y noble de impresionante realismo. No es de extrañar que sus mismos compañeros de oficio llamaran a Martínez Montañés  “el Dios de la madera”.

Capilla de San Miguel

Está presidida por un retablo de piedra que perteneció al trascoro de la colegiata cuando éste se encontraba situado entre las cuatro columnas centrales. Fue tallado por el cantero Julián del Villar a partir de 1781. Es un retablo en forma de portada clásica.

Dos columnas dóricas, de mármoles rojos y negros, soportan un entablamento con triglifos sobre el que se enrosca un frontón curvo partido. En el centro de la portada se encuentra el símbolo de la colegiata, la bola del mundo y la cruz. La hornacina central está presidida por una imagen del Arcángel San Miguel, de gran calidad artística, tallada en el siglo XVIII y de autor desconocido.

Vestido a la manera de los militares romanos, posee armadura, casco y en su mano derecha porta una espada. Bajo sus pies aparece el dragón vencido como representación simbólica del triunfo sobre el mal.

Capilla de San Cristóbal

Alberga la imagen de San Cristóbal, cuyo significado en griego es «el que carga o portador de Cristo». Se le considera patrono de los viajeros y automovilistas. Los antecedentes iconográficos de esta escultura están en la pintura mural del italiano Mateo Pérez de Alesio en la Catedral de Sevilla en el año 1584. La imagen del Santo fue tallada por Martínez Montañés en el año 1597 por encargo de la Hermandad de guanteros y es la primera obra documentada de su autor.

Obra maestra de la imaginería andaluza, el canónigo Vega de la Colegiata, la definió como «la mexor que hay en el mundo». De influencia miguelangelesca y gran naturalismo muestra la poderosa fuerza del Santo en contraste con la delicadeza con que porta al Niño y al arrebato místico de su mirada.

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