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EN ESTE APARTADO:

Los añadidos renacentistas: Capilla Real, Sala Capitular y Sacristía Mayor

Capilla Real

El espacio de la Capilla Real ocupa la cabecera del templo sustituyendo al antiguo ábside gótico que fue derribado para construir este nuevo recinto. Forma un amplio recinto cuadrado cerrado por un ábside semicircular y cubierto por una solemne cúpula.

En sus laterales se abren dos pequeñas capillas con sus correspondientes sacristías;  sobre estas capillas se sitúan sendas tribunas en el exterior. Contribuyen a la iluminación del recinto dos vidrieras realizadas en 1574 por Vicente Menardo, que han sufrido numerosas restauraciones posteriores. La obra de esta capilla fue diseñada y dirigida por el arquitecto Martín de Gainza a partir de 1551.

En 1556, a la muerte de este arquitecto, la obra se encontraba completa a excepción de la cúpula, que había de concluir hacia 1568 el arquitecto Hernán Ruiz II; el exterior de esta cúpula está compartimentada con casetones en los que se incluyeron cabezas de reyes.

La linterna de la cúpula se hundió en 1754, siendo reconstruida por Sebastian van der Borch. En el exterior del ábside de la capilla, la decoración escultórica es de estilo plateresco y  fue realizada por artistas a quienes pertenecen las figuras de reyes que aparecen en el arco de la entrada a la capilla, los ángeles que adornan la venera del ábside y el friso que rodea la capilla. En los laterales se abren hornacinas en las que se albergan esculturas realizadas entre 1571 y 1574.

Los sepulcros situados en los nichos abiertos en los muros laterales guardan restos de Alfonso X el sabio y de su madre Beatriz de Suavia. Los enmarques de estos sepulcros son también de estilo plateresco y fueron realizados hacia 1570, siendo las esculturas de los monarcas obras más modernas.

La capilla está presidida por un retablo realizado hacia 1646 por Luis Ortiz de Vargas, en donde, en la hornacina principal y bajo un dosel de plata recibe culto la imagen de la Virgen de los Reyes, siendo esta una figura gótica del siglo XIII de origen francés.

A ambos lados de este altar se disponen escaleras que comunican con la cripta, que hace de Panteón Real y donde reposan los restos de distintos miembros de la familia real española, como los de Pedro I de Castilla y de su esposa, María de Padilla. En el interior izquierdo de la capilla figura un pequeño retablo desde donde se accede a la sala juntas, donde se disponen varias vitrinas que guardan valiosos objetos relacionados con San Fernando, entre ellos su esposa incluyendo piezas de orfebrería de gran valor que completan este tesoro.

En las paredes cuelgan varias obras pictóricas de finales del siglo XVII. En la tribuna que figura sobre esta capilla se encuentra un órgano neoclásico realizado por Antonio Otin Calvete en 1807. Hacia la derecha se abre un recinto que alberga una sillería coral y un facistol, obras del siglo XVIII y fueron donados por Carlos IV; figuran en este recinto también, un retablo a San Antonio de 1638 y un buen conjunto de pinturas que tras las obras de modernización para el nuevo acceso a la capilla, figuran en la sacristía de la capilla fechándose entre finales del siglo XVII y primer cuarto del siglo XVIII.

En el interior, se cierra la entrada de la capilla con una magnífica reja diseñada por Sebastián van der Borh que costeó el rey Carlos III, siendo colocada en 1771. En el remate de la reja, aparece una escultura de San Fernando recibiendo a caballo las llaves de Sevilla, obra de Jerónimo Roldán.

Sala Capitular

Desde el antecabildo se accede a través de un pasillo de trazado curvo a uno de los recintos más admirables de la arquitectura española del renacimiento, la Sala Capitular de la Catedral, cuya construcción se extendió desde mediados del siglo XVI hasta su finalización interviniendo el arquitecto Hernán Ruiz II y finalizándola Asensio de Maeda.

El espacio de este recinto se concibió en planta elíptica, lo que ofrece una perfecta visibilidad de todos los integrantes en las reuniones del cabildo catedralicio, en las que se expresaban y discutían los problemas de gobierno espiritual y material del templo. También la disposición oval y su unitario abovedamiento facilitan la perfecta expansión de la voz, siendo excepcional su acústica.

Al tiempo que están resueltas las necesidades de ver y oír, planteadas por la reunión numerosa de eclesiásticos, se alude en esta Sala Capitular, a través de la decoración de sus muros, a un complejo programa iconográfico destinado a exaltar las virtudes que habían de detentar aquellos que allí se reunían, para que sus intercambios de ideas y opiniones se hicieran en armonía y concordia; de esta manera, en los muros se desarrolla un código moral que los canónigos debían seguir en sus asambleas capitulares.

Este programa fue trazado por el canónigo Francisco Pacheco y en el, se inserta un repertorio de esculturas y pinturas acompañadas de inscripciones latinas que aluden al contenido de las imágenes. Toda esta decoración aparece en el segundo cuerpo de la sala, advirtiéndose en primer lugar entre los pedestales de las columnas representaciones pictóricas de las Virtudes que están captadas a través de figuras femeninas, algunas de las cuales representan también a Santas y perfectamente visibles desde cualquier ángulo de la sala. Estas pinturas se hicieron por Pablo de Céspedes en 1592. Los grandes relieves verticales que figuran entre las columnas fueron realizados por Juan Bautista Vázquez el viejo y Diego de Velasco en torno a 1582.

Los relieves de formato rectangular fueron realizados en torno a 1590 por Marcos Cabrera. En la bóveda figura una magnífica serie de obras de Murillo encargadas por el Cabildo al pintor en 1667. Pintadas en lienzos de formato circular aparece un conjunto de ocho santos sevillanos perfectamente identificables y en un magnífico marco tallado figura, presidiendo todo el conjunto desde lo más alto, la Inmaculada, obra que puede considerarse entre las más bellas que el artista realizó con este tema.

Preside toda la sala en su base un espléndido sillón de caoba tallada en 1592 por el escultor Diego de Velasco y le precede el escaño del secretario, obra del mismo artista y realizado también con excelente diseño.

Sacristía Mayor

El interior de la Sacristía Mayor es un solemne espacio concebido en planta central que forma una cruz griega de brazos muy reducidos. Su espacio se cubre con una cúpula que descansa sobre pechinas.

El alzado se realiza con pilares a los que se adosan medias columnas y pilastras con su perfil ricamente labrado con talla plateresca; sobre los capiteles se dispone un fino decorado con grutescos y guirnaldas. Los brazos de la cruz se cubren con bóvedas abanicadas que apoyan en chaflanes decorados con veneras.

La cúpula se adorna con relieves dispuestos en tres anillos, que representan el Juicio Final y una escenificación de la Corte Celestial; en el anillo inferior, los Condenados. En las bóvedas aparecen representaciones de apóstoles y obispos. En el muro de la cabecera de la Sacristía, se conservan los basamentos de los tres altares que hubo en cada una de las capillas, desmontados en el siglo XIX. En estos basamentos figuran pequeñas piezas escultóricas y algunos relicarios.

Al frente de la capilla central se encuentra situada la gran pintura de Pedro de Campaña, el descendimiento de Cristo. Sobre los muros del recinto se dispone una amplia colección pictórica de los que resaltamos a San Isidoro y San Leandro de Murillo realizados en 1655, destacando la solemnidad de los santos que aparecen respectivamente representados en actitudes en las que destacaron. Señalar que en estos muros figuran colgadas muchas otras obras pictóricas de excelente calidad, algunas mencionadas específicamente en el apartado de pinturas de esta página web.

Continuamos señalando la variedad de esculturas que se exponen en esta Sacristía, siendo de las más importantes el San Fernando que figura junto a uno de los pilares de la cabecera y que fue encargado por el Cabildo con motivo de la canonización de este Rey. En el pilar opuesto se encuentra la Inmaculada.

Gran importancia posee el conjunto de orfebrería que se exhibe en el recinto, destacando la Custodia grande de Arfe, maravillosa pieza representativa del plateresco sevillano. Concluiremos que este espacio, junto con muchos otros de época constructiva similar, contribuyó históricamente a la progresiva transformación del edificio catedralicio en un conjunto de espacios expositivos, pues hace casi doscientos años que se dedica a esta función.

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