El Arzobispo emérito
Mons. Juan José Asenjo Arzobispo emérito de Sevilla
Monseñor Juan José Asenjo Pelegrina nació el 15 de octubre de 1945 en el seno de una familia creyente a la que debe parte de su vocación. Nunca ha renegado de sus orígenes castellanos, y allí donde ha ejercido alguna responsabilidad pastoral ha dejado la impronta de un amor a la tierra que lo vio nacer, la localidad guadalajareña de Sigüenza.
Tras ser ordenado sacerdote en su diócesis (1969), fue nombrado Obispo auxiliar de Toledo el 20 de abril de 1997, cargo que ejerció hasta septiembre de 2003, cuando abandonó su Castilla natal por la Andalucía a la que se viene dedicando desde que tomara posesión de la diócesis de Córdoba. Allí tuvo la oportunidad de conocer de primera mano la idiosincrasia del pueblo andaluz, la singularidad de su religiosidad popular, la riqueza de su patrimonio cultural y una historia que ha marcado la fe de un pueblo cristiano “de calidad”, como suele repetir.
Su llegada a la Archidiócesis de Sevilla fue el 5 de noviembre de 2009, una fecha con un marcado simbolismo al coincidir con la festividad de Santa Ángela de la Cruz, Madre Angelita. Anteriormente, el 17 de enero de ese año, tomó posesión como Arzobispo coadjutor en una multitudinaria ceremonia que se celebró en la nave del Crucero de la Catedral hispalense.
Su presencia en órganos rectores de la Conferencia Episcopal Española ha sido una constante de su trayectoria episcopal. Y su paso por la Comisión de Patrimonio Cultural le ha aportado una amplia visión de la situación, retos y necesidades de la Iglesia en este campo. En el repaso de las últimas dos décadas destaca su implicación en la organización de la visita del Papa Benedicto XVI a España en 2003 y el seguimiento del Plan Nacional de Catedrales, uno de los mejores ejemplos de colaboración entre las administraciones y la Iglesia para el mantenimiento de un patrimonio de primer nivel.
La formación de los futuros sacerdotes ha sido otra de las prioridades de monseñor Asenjo. Suele afirmar que el Seminario debe ser ‘la niña de los ojos’ del obispo, y esta ha sido precisamente, junto a la Pastoral Familiar o la formación del laicado, una de las áreas pastorales en las que más se ha implicado desde que llegara a la sede de San Isidoro.