“El rey San Fernando es uno de esos modelos humanos que conjugan la piedad, la prudencia y el heroísmo”. De esta forma ha resumido el arzobispo de Sevilla, monseñor José Ángel Saiz, el perfil humano, religioso e histórico del patrón de Sevilla, en la homilía de la misa que se ha celebrado en el altar mayor de la catedral con motivo de la festividad de San Clemente.
Ha sido una misa especial. Primero porque hoy se conmemoraba el 775 aniversario de la reconquista de la ciudad y la restauración del culto cristiano en el reino de Sevilla. Y, en segundo lugar, porque con este motivo se ha trasladado la imagen de la patrona, la Virgen de los Reyes, al retablo mayor, vestida con el ajuar de salida. Esta misa ha cerrado una jornada histórica que se inició a las ocho y media de la mañana, con la Eucaristía que presidió el deán, Francisco José Ortiz, en la Capilla Real. Tras el oficio coral dio comienzo la procesión, igualmente excepcional, de la espada del rey santo -Lobera- portada por el alcalde, José Luis Sanz (en la imagen), la Virgen de las Batallas y las Tablas Alfonsíes, por el exterior del templo catedralicio.
El arzobispo recordó que hoy celebramos “la memoria de un rey cuya vida fue iluminada por la luz de la fe cristiana. Su compromiso con Dios, su sentido del deber, su actitud de servicio al prójimo, son -subrayó- una gran inspiración para nosotros en estos tiempos que nos ha tocado vivir, tan complejos como apasionantes”. Más adelante aludió a los papas Gregorio IX e Inocencio IV, que definieron a San Fernando como “atleta de Cristo” y “campeón invicto de Jesucristo”, en referencia tanto a sus victorias bélicas de héroe de la Cristiandad como al espíritu que las animaba.
“Llevar la fe a la esfera pública”
En el recorrido por la vida y legado del patrón de Sevilla, monseñor Saiz destacó que “no solo fue un ejemplo de valor en la batalla, sino también un gobernante que buscó la justicia y la paz para su pueblo”. El arzobispo insistió en los valores éticos que caracterizan su vida, y en “la importancia de llevar la fe a la esfera pública, integrando los valores cristianos en el ejercicio de la autoridad y la toma de decisiones”. Tras ponderar sus virtudes como gobernante, monseñor Saiz Meneses hizo hincapié en “la prudencia y magnanimidad con sus adversarios los reyes musulmanes”. A su juicio, San Fernando “parece puesto en la historia para fortalecer el espíritu colectivo de los cristianos en cualquier momento de dificultad espiritual”.
Finalmente, el arzobispo recordó los últimos momentos de la vida de Fernando III, que “no quiso que se le hiciera una estatua yacente en su sepulcro”. En su tumba, recordó, grabaron en latín, castellano, árabe y hebreo un epitafio revelador de su personalidad y de la grandeza de su condición.