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Celebración de San Clemente en la Catedral

Las naves de la Catedral de Sevilla han acogido esta mañana de lunes el acto conmemorativo de la recuperación de la ciudad de Sevilla para la fe cristiana, algo que sucedió el 23 de noviembre de 1248, festividad de San Clemente papa. La celebración comenzó con el rezo de laudes y al termino del oficio coral,  se ha realizado la procesión con la reliquia de San Clemente  y la espada de San Fernando llevada por el Alcalde de la ciudad de Sevilla, en forma de cruz.

La procesión, que este año se ha visto reducida de forma llamativa en cumplimiento de la legislación vigente frente a la pandemia del coronavirus, ha discurrido desde la Capilla Real hacia las gradas bajas del templo, con parada en las esquinas de las puertas de Palos, Baptisterio y San Miguel.

En esta ocasión,  ha presidido la celebración el canónigo magistral D. Antero Pascual, al que corresponde la predicación en este día. Al termino de la celebración de la Santa Misa, el Alcalde devolverá la espada en la Capilla Real clausurando con la formula del pleito homenaje con el que devuelve a su lugar la espada del Santo Rey.
 DATOS HISTÓRICOS
La celebración litúrgica de la fiesta de San Clemente,  Papa y mártir, que hoy se ha celebrado  en la Santa Iglesia Catedral,  nos sitúa en el aniversario de la recuperación del culto cristiano en Sevilla por el rey Fernando III, el Santo. Hoy hace 772 años, el 23 de Noviembre de 1248. 

El tercer sucesor de San Pedro, San Clemente, fue contemporáneo de los santos Pedro y Pablo, según se cree. En efecto, San Ireneo escribía en la segunda mitad del siglo II: «Vio a los bienaventurados apóstoles y habló con ellos. La predicación de éstos vibraba aún en sus oídos y conservaba sus enseñanzas ante los ojos». Orígenes y otros autores le identifican con el Clemente a quien san Pablo llama su compañero de trabajos (Flp 4,3), pero se trata de una identificación muy dudosa. Ciertamente, no fue nuestro santo el Flavio Clemente condenado a muerte el año 95, como lo afirma Dión Casio (Hist. Rom. 67,14). Pero no es imposible que haya sido un liberto de la servidumbre del emperador, cuyos ascendientes fueron judíos. No poseemos ningún detalle sobre su vida, pero siguiendo los datos de Eusebio de Cesarea (Hist. eccl 3,15,34), su pontificado se extendió desde el año 92 hasta el 101.

Las «actas» del siglo IV, que son apócrifas, afirman que convirtió a una pareja de patricios, llamados Sisinio y Teodora, y a otros 423. Aquello le atrajo el odio del pueblo y el emperador Trajano le desterró a Crimea, donde tuvo que trabajar en las canteras. La fuente más próxima distaba diez kilómetros, pero Clemente descubrió, por inspiración del cielo otro manantial más próximo, donde pudieron beber los numerosos cristianos cautivos. El santo predicó en las canteras con tanto éxito que, al poco tiempo, había ya setenta y cinco iglesias. Entonces, fue arrojado al mar con un ancla colgada al cuello. Los ángeles le construyeron un sepulcro bajo las olas. Cada año, las aguas se abrían milagrosamente para dejar ver el sepulcro.

San Clemente comienza por dar una explicación de que las dificultades por las que atraviesa la Iglesia en Roma (la persecución de Diocleciano) le habían impedido escribir antes. En seguida, recuerda a los corintios cuán edificante había sido su conducta cuando todos eran humildes, cuando deseaban más obedecer que mandar y estaban más prontos a dar que a recibir, cuando estaban satisfechos con los bienes que Dios les había concedido y escuchaban diligentemente su Palabra. En aquella época eran sinceros, inocentes, sabían perdonar las injurias, detestaban la sedición y el cisma. San Clemente se lamenta de que hubiesen olvidado el temor de Dios y cayesen en el orgullo, en la envidia y en las disensiones y los exhorta a deponer la soberbia y la ira, porque Cristo está con los que se humillan y no con los que se exaltan.

 

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