La Catedral de Sevilla facilita el encuentro espiritual con lo divino a través del arte utilizando la belleza como un camino directo hacia Dios, una práctica conocida como la vía pulchritudinis. Pero, ¿Cómo el arte cumple esta función en la Catedral?
El Arte como Reflejo de la Belleza Divina
La hermosura del arte dentro de los muros de la Catedral es vista como una «plasmación de la belleza de la grandeza que nos acerca a Dios». También es Camino de la Belleza ya que a través de las naves y capillas, los visitantes pueden «recorrer la vía pulchritudinis» que se define como «el camino de la belleza para llegar a Dios» e igualmente es mediación sensorial dado que las maravillosas obras artísticas que atesora la Catedral son un «reflejo visible de lo divino invisible». A través de los sentidos, el arte permite llegar a la «profundidad del misterio de lo inefable».
Su Función Evocadora y Teológica
La Catedral de Sevilla es depositaria de la fe y posee una larga tradición de utilizar imágenes al servicio de la transmisión del evangelio lo que provoca un gran Impacto Espiritual: Estas obras de arte están diseñadas para «hablar al corazón de la humanidad», tocar la sensibilidad y «suscitar sueños y esperanzas en un auténtico encuentro con Dios».
En cuanto a su Lectura Teológica, desde los primeros artistas góticos, se estableció una «lectura teológica del arte cristiano». Estos artistas se inspiraron en fuentes como las escenas del Evangelio, la vida de Jesús, la vida de María, la vida de los santos, y los pasajes del Antiguo y del Nuevo Testamento. Así, todas las artes presentes son consideradas «misioneros» y la tradición de su lectura teológica es fundamental ya que toda la herencia artística de la Catedral sirve como «predicación plástica» para hacer accesible el mensaje de Cristo y mantener viva la fe y nuestro amor a Dios.
El Papel Específico de la Música
La música es destacada como el «medio más evocador para grabar en la mente y el corazón la verdad de la belleza de Dios». Además, facilita la expresión de la oración y el diálogo «para hablar de Dios y con Dios».
Por tanto, la fe permite «comprender conocer e interpretar su patrimonio artístico», donde la belleza y el arte actúan como puentes para que el ser humano experimente la exaltación de la fe.
Antes de terminarse la Catedral de Sevilla (1401-1517) se celebraba ya culto solemne en ella, según consta en las actas capitulares de 1478, y el canto gregoriano formaba parte de su liturgia solemne diaria. Se unió también la polifonía en las fiestas más notables del año, que se encomendaba a la capilla de música; un coro que ensayaba por entonces en la Capilla de la Granada, situada en el Patio de los Naranjos y diría el maestro de capilla.
Los Grandes Órganos de Coro de la Catedral de Sevilla, colocados bajo los arcos torales que flanquean la sillería coral, constituyen desde comienzos del s. XX un solo instrumento; que suena en las dos cajas (lado de la Antigua y lado de San Francisco), consta de un centenar de juegos repartidos en cuatro teclados manuales y un pedalero, y se acciona desde una única consola; gracias a la conexión eléctrica entre ambos muebles, que aplica por primera vez en España (1901) el organero vasco D. Aquilino Amezua, constructor de este instrumento.
En la Catedral de Sevilla, como en el resto de catedrales, es natural que ahí donde ese culto se ha distinguido por su solemnidad y esplendor, la música haya alcanzado niveles artísticos de verdadero privilegio.




