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El desaparecido Monumento Eucarístico de la catedral de Sevilla

Este Calvario remataba el antiguo Monumento Eucarístico que, cada año, se instalaba en el trascoro de la Catedral hispalense para las celebraciones litúrgicas del Jueves y Viernes Santo. En 1594 llegó hasta nosotros uno manierista con cuatro cuerpos superpuestos y decrecientes. El último se añadió en 1624 y contaba con veintitrés esculturas de profetas del Antiguo Testamento y alegorías femeninas.

Entre 1688 y 1689 fue restaurado por el escultor Francisco Antonio Ruiz Gijón y por el pintor malagueño Miguel Parrilla. Ruiz Gijón hizo el Crucificado y los ladrones. Además, retocó las figuras restantes, renovando los ropajes, perfeccionando las cabezas y tallando en madera nuevas manos a todas.

Hasta los años 50 del siglo XX se levantaba en el Trascoro de la Catedral, donde a día de hoy podemos ver su planta en la solería, un impresionante monumento de 35 metros de altura compuesto de 4 cuerpos.

En el primero, se localizaba la Custodia. En su interior, como un magno sepulcro, el Santísimo Cuerpo de Cristo. El segundo cuerpo estaba presidido por una imagen de Cristo como Salvador y alrededor las imágenes de Abraham, Melquisedec, Moisés, Aarón, la Vida Eterna, la Naturaleza Humana, la Ley Antigua y la Ley de Gracia. En el tercer cuerpo, se encontraba una imagen de Cristo atado a la Columna, que a día de hoy podemos seguir disfrutando en la misma Catedral. Se encontraba rodeado por las imágenes de San Pedro llorando después de la negación, Salomón, la Reina de Saba, el Sacerdote del Concilio, el sayón que dio la bofetada a Cristo, Abraham, Isaac, y el soldado que jugó con la túnica del Señor.

En el cuarto cuerpo, coronándolo todo, se situaba el Calvario, con Cristo flanqueado por los dos ladrones y la Virgen y San Juan a los pies. A día de hoy parte de este Calvario lo podemos ver en el trascoro de la Catedral sobre la Puerta de la Asunción.

Raúl Fernández y Miguel Salazar. Equipo de 3D para Past View Experience.

Estos monumentos de Semana Santa, destinados a la reserva y la adoración eucarística tras los Oficios de Jueves Santo, representan uno de los grandes montajes litúrgicos que se realizaban en edificios de culto. En Sevilla, como en otras muchas ciudades españolas, este altar eucarístico tenía relación con las cofradías que hacían estación de penitencia a dicho lugar.

Tenían un carácter efímero, pues se montaban y desmontaban antes de las fechas pascuales, teniendo aún más representatividad en las catedrales o iglesias mayores de los municipios.

A partir del Concilio de Trento (1545-1563), la función pedagógica del arte se hizo más explícita y se orientaba a difundir los principios fijados en el Catecismo del Concilio, que, según Bennassar, reafirmaba la veracidad de los dogmas católicos, la legitimidad y necesidad del culto a los santos, glorificaba los sacramentos y la presencia real de Cristo en la Eucaristía. Moreno Cuadro considera que el arte efímero constituye la manifestación más compleja de la integración de las artes en el Siglo de Oro, ya que las obras efímeras aparecen, generalmente, como coordinadoras de las demás artes: escultura, pintura y literatura, que completa la obra de arte escultórica o pictórica matizando su significado simbólico.

Estas obras efímeras se muestran como las manifestaciones artística más vivas del arte español y uno de los exponentes más claros de la cultura Barroca, ya que sus imágenes son portadoras de ideas. Llamas Márquez define los monumentos eucarísticos de Jueves Santo como una arquitectura efímera destinada a acoger en su interior el Cuerpo y la Sangre de Cristo hasta el día siguiente en que serán consumidos. La palabra monumento deriva etimológicamente de la palabra latina monumentum, que tenía el significado de sepulcro.

La historia del Monumento Eucarístico de la Catedral de Sevilla es compleja, parece que se re- monta a finales del siglo XV. A mediados del XVI el célebre arquitecto Hernán Ruíz II diseña uno que no se conservó. El que llegó a la década de los 60 del siglo XX se podía fechar hacia 1594 de aspecto turriforme y seria diseñado seguramente por Asensio de Maeda. Estaba compuesto por tres cuerpos más uno que se le añadió en 1624.

Aparte de la estructura arquitectónica estaba conformado por 23 esculturas alegóricas y un calvario. Las imágenes se encargaron a los escultores Marcos Cabrera, Blas Hernández y Juan de Guerola. La desaparición de dicho monumento hay que achacarla a varios motivos; uno de tipo logístico era que el montaje y desmontaje del monumento era muy complicado, llevaba semanas y seguía un orden que no podía alterarse debido a la gran complejidad de piezas.

Otro de tipo conceptual venia de la mano del Concilio Vaticano II en donde estas obras tan complejas no tenían cabida en una liturgia cada vez más sencilla y, por qué no decirlo, eco- nómica. En palabras del profesor Alfredo Morales, desde «que al majestuoso y portentoso monumento de Sevilla» se le dio tan triste destino, sus funciones las viene cumpliendo desde entonces el altar de plata del Corpus Christi.

Su aspecto, amen de las fotografías que se hicieron antes de su desaparición final, también se puede observar por el grabado realizado en Amberes por Pedro Baltasar Bouttats siguiendo un dibujo de Domingo Martinez y por el dibujo que dio a conocer el profesor Morales de Lucas Valdés fechado hacia 1695 y que parece serviría de modelo al grabado.

Entre 1688 y 1689 se llevó a cabo la renovación total del monumento debido al mal estado en que se encontraba. A través de un acta conocemos que se encomendó la reorganización del mismo al pintor malagueño Miguel Parrilla. En ese mismo acta se citan los pagos a Miguel Parrilla y Francisco Antonio Gijón que fue el maestro imaginero que renovó y aderezo las imágenes del monumento. Las figuras que haría nuevas serían las del crucificado y los dos ladrones para el calvario, que remataban el monumento (sustituyendo a las que se hicieron en 1624) las cabezas de Aarón, Melquisedec y la ley de Gracia, así como renovar todas las demás imágenes en sus vestiduras y hacerles manos y pies. García Hernández opina que adicionalmente transformaría en gran medida a muchas otras figuras, y por ello se observan rasgos parecidos en algunas figuras como la de Jesús atado a la columna, Isaac, Salomón y algunas alegorías femeninas. Moisés se representaba portando un caduceo y en la izquierda las tablas de la ley.

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