JUSTINO DE NEVE. CANÓNIGO DE LA CATEDRAL DE SEVILLA

Justino de Neve (1625-1685), nacido en Sevilla de familia flamenca, era un culto y dinámico canónigo de la Catedral sevillana. De padre sevillano, y madre malagueña, Justino de Neve y Chaves fue bautizado en 1625 en la parroquia de san Bartolomé. Ilustre personaje, tanto dentro de la iglesia como en la sociedad sevillanas, impulsor de la reconstrucción de la iglesia de santa María la Blanca, juez de Cruzada y diputado para las fiestas de la canonización de san Fernando, y de la cátedra de San Pedro, en santa María la Blanca.
BARTOLOMÉ ESTEBAN MURILLO. PINTOR DE DULZURAS Y SANTIDAD
Bartolomé Esteban Murillo (1617-1682) era a mediados del siglo XVII el pintor más famoso de Sevilla. Además de un excelente artista y un referente para sus sucesores, fue un hombre bondadoso que dedicó toda su vida a resaltar los valores cristianos. De profundas raíces cristianas siempre puso a la familia como el centro de su vida. Un hombre que, a través de su arte, supo transmitir la belleza de la fe.
De la mano de su mecenas y amigo Justino de Neve, Murillo pintó para la Catedral de Sevilla obras «naturalistas» que contribuyeron a la consolidación y difusión de la piedad popular en la Sevilla del siglo XVII.
Entre ambos se estableció una relación profesional que pronto se transformó en auténtica amistad. Y de esa amistad nacieron algunas de las obras más bellas y ambiciosas pintadas por Murillo en las décadas de 1660 y 1670, cuando había alcanzado su plenitud como artista.
Estos dos amigos nos llevaron a un momento estelar del barroco sevillano en cuanto a que dio lugar a uno de los proyectos decorativos más impresionantes de la Sevilla del siglo XVII, del que la Catedral hispalense pudo nutrirse.
La amistad de Justino de Neve, desde por lo menos la década de los sesenta hasta la muerte de Murillo en 1682, fue clave para que el artista obtuviese uno de sus encargos más importantes: la decoración de la iglesia de Santa María la Blanca (1662-1665). Además, encargó al pintor sevillano varias obras para el Hospital de los Venerables Sacerdotes, y tuvo en su propia colección algunas de las obras más excepcionales del artista. Como canónigo, Justino de Neve obtuvo para Murillo el encargo de una serie de ocho tondos de santos sevillanos, una Inmaculada Concepción que todavía hoy en día decoran el techo de la Sala Capitular de la Catedral y el Bautismo de Cristo que corona el retablo de San Antonio en la capilla del santo. Prueba de su relación de amistad, Murillo lo nombró ejecutor de su testamento.



El inventario de bienes de Justino de Neve, redactado el 28 de junio de 1685, inmediatamente después de su muerte, contiene unas ciento sesenta pinturas, una cifra considerable comparado con el inventario de posesiones de otros canónigos, sobre todo al no tratarse de una colección aristocrática.
Esta rica colección, junto con su biblioteca, integrada por libros de religión, historia y poesía, revela que era un hombre de amplios intereses culturales. En el inventario figuran varias obras explícitamente atribuidas a Murillo, concretamente dieciocho, lo que pone de manifiesto la fidelidad de Neve hacia él y su constante voluntad de apoyarle. La colección se dispersó al venderse en almoneda pública en 24 de agosto de 1685.
Imagen de Justino de Neve: Museo del Prado
