Hoy celebramos la festividad de San Sebastián, mártir, patrono de la arquería, de los soldados y los atletas.
Sebastián nació hacia el año 256 en Narbona, hoy territorio francés, pero que en ese momento era parte de Milán y, por lo tanto, del imperio romano. Siguió la carrera militar con éxito y llegó a ser jefe de la cohorte de la guardia imperial romana, cargo militar de altísimo rango que obtuvo, con seguridad, gracias a su fuerza, arrojo y astucia.
Sin embargo, contra lo que podría esperarse de alguien al servicio directo del emperador Diocleciano, célebre perseguidor de cristianos, Sebastián se convirtió a la fe y abrazó la causa de Cristo.
Maximiano, emperador junto a Diocleciano, le ofreció el perdón a cambio de que renunciase a ser cristiano. Como no aceptó la propuesta, fue degradado, castigado con crueldad y condenado a morir.
El día de su ejecución, San Sebastián fue llevado al estadio, despojado de sus ropas, atado a un poste y ejecutado. Sus antiguos subordinados fueron los encargados de dirigir sus flechas contra su cuerpo. Aquella escena, ha quedado inmortalizada y ha servido de inspiración para cientos de obras de arte a lo largo de la historia.
En la Capilla de Scalas de la Catedral de Sevilla, se encuentra esta obra de Ramón Bayeu dedicada al Santo.